domingo, 21 de diciembre de 2008

Paren la música...

Imaginaros....
Una boda. Los invitados toman copas mientras charlan amigablemente. Antes se han hartado de comer. El menú era bastante variado pero quizá excesivo para una cena. A pesar de ser una boda, en las que sabemos que siempre se producen excesos, esta vez los novios se han pasado. Es evidente entonces que la gente tire de 'gintonics' para intentar digerir, con más facilidad, los langostinos de los entrantes, las canastillas de mollejas y el cochinillo asado si lo has preferido a la opción del mero. Todos enmudecen. Atienden a la entrada de los novios en el salón. Nadie se atreve a romper el silencio que lo envuelve todo. Ellos bajan, hechos un manojo de nervios. El silencio tampoco ayuda. Alguien se arranca con unas tímidas palmadas. Otros le siguen. Poco a poco las palmadas toman solidez y se van convirtiendo en un caluroso aplauso. Otro grita: "¡Vivan los novios!". Todos corean a una: "¡Vivan!". Los aplausos se tornan murmullo. Ese murmullo acompañaría el resto de la velada. No bailarían el lamentable y esperado vals, ni habría sevillanas y de ninguna manera podría el hermano de la novia arrancarse con las canciones típicas de su pueblo cuando el nivel de alcohol ingerido fuese suficiente para perder la vergüenza. Nadie lo dice pero todos lo saben. Están en una de las bodas más tristes nunca celebradas. Un señor en nombre de una organización privada ha prohibido todo tipo de reproducción sonora bajo pena de 100.000 euros. 

Seguid imaginando...
Fiestas patronales. Todo el mundo se echa a la calle. Este año el plato fuerte de las fiestas es el chocolate con churros para jubilados en el parque del pueblo. Pero eso no es hasta mañana hoy inauguran la feria. La feria es todo un espectáculo visual. La prohibición de reproducir música en público bajo pena de 100.000 euros ha echo que los feriantes agudicen su ingenio para llamar la atención de la gente. Se escucha perfectamente el momento en que los engranajes de la noria entran en acción para que ésta comience su monótono giro. El bullicio es lo más parecido a música que se escucha dentro del recinto. Otros años, tras dar una vuelta por aquí habríamos ido a la Plaza del Ayuntamiento a escuchar el pregón y a disfrutar de algún concierto gratuito de artistas de segunda. Este año paso de ver la cara del Alcalde diciendo mamarrachadas para luego quedarme sin mi concierto. Deberíamos agradecerselo a cierta organización privada que se empeña en sacar tajada de todas partes. Mañana en la chocolatada no será muy diferente. La 'charanga' que les amenizaba otros años no puede tampoco actuar. Son las fiestas patronales más tristes jamás vividas.

Continuad...
Hoy salimos. Nos vamos a pirar a tomar unas copitas al bareto ese que mola tanto y a ver si nos olvidamos de las preocupaciones de toda la semana que para eso es sábado. Así que nos vemos a las 12. Por cierto, recordad que si queréis escuchar música tenéis que llevar vuestro propio iPhod y auriculares. Dentro del local está prohibido reproducir música en público porque cierta organización... 

¿Os imagináis la estampa? Entráis en el bar de toda la vida a tomar unas copas y todo el mundo tiene unos auriculares puestos para poder escuchar música. Las teles no se encienden en ningún local público. Nadie crea ni emite audiovisuales. Los artistas no pueden actuar en directo, nadie está dispuesto a pagar al grupo por un lado y a cierta organización... por otro. El afán recaudatorio ha conseguido que nadie se la juegue y que sea prácticamente imposible piratear un disco. He dejado de conocer a 20 grupos que me habrían gustado por no poder bajármelos de internet pero no importa, no podré jamás verlos en directo. Nadie les contratará. Malviven única y exclusivamente con el porcentaje que obtienen de la venta de discos y sólo les producen si son grupos de éxito y tienen aseguradas las ventas. Quizá el merchandising ayude algo pero ya nunca volverán a ganar 200.000 pavos por un concierto.

De ser las cosas así...
¿de qué viviría la SGAE?

Saludos...

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